domingo, 23 de febrero de 2014

Rambo: The Videogame



Rambo fue un personaje imprescindible para una generación que creció con los clásicos héroes de acción de los años ochenta. Ahora, muchos años después, vuelve en formato videojuego para PC, PS3 y Xbox 360 con un título desastroso en casi todo lo que ofrece.


Uno de los grandes héroes de acción de los años ochenta ha decidido volver al mundo de los videojuegos. Hablamos de Rambo, boina verde que sufrió en el Vietnam, no supo adaptarse a la nueva realidad cuando volvió a casa y buscó la redención allí donde todo había empezado. Argumento clásico –el del soldado derrotado en dicha guerra que vuelve a casa- hace unas décadas que vuelve a estar de actualidad porque la compañía Teyon lanza Rambo: El Videojuego, un título de acción sobre raíles que pretende repasar la vida y milagros de John Rambo a lo largo de la trilogía original. Silvester Stallone vuelve
a enfundarse el traje de personaje virtual para protagonizar un título lejos de los mínimos de calidad exigibles y un juego que no hace demasiado honor a la trilogía en cuestión.
Los juegos de acción han sido los grandes dominadores de estos años en la industria de los videojuegos. Los shooters en primera persona, además, han explotado definitivamente en consolas –territorio donde no habían proliferado mucho a pesar de tener buenos ejemplos que van desde Goldeneye a Halo, pasando por Timesplitters, Killzone y otros- en la era en la que se ha instaurado definitivamente el juego en línea. No es de extrañar, por lo tanto, que aprovechando el buen momento del género –saturado, seguramente- se haya decidido intentar recuperar algunos grandes héroes de acción de los años ochenta. Personajes tal vez desfasados hoy en día, pero que ofrecían propuestas que se pueden traspasar al formato videojuego de manera sencilla. Sobre el papel, claro está. Y es que sí algo hemos aprendido en la corta historia de la industria del ocio digital es que un título licenciado de una película no es garantía de nada. Más bien al contrario. Y eso pasa con este Rambo: The Videogame.
Normalmente se achacan algunos problemas de timming como causa de lo malos que son ciertos juegos licenciados. Deben salir el mismo día de la película y las prisas no son buenas consejeras. No es el caso del juego de Teyon que nos ocupa, ya que el título se publica en PC, Playstation 3 y Xbox 360 este 21 de febrero muchos años después del cierre de la trilogía original (no hace mucho Stallone lanzó una cuarta y definitiva película sobre Rambo). El resultado salta a la vista: un título para olvidar. De los peores que recordamos, y mira que últimamente han desfilado algunos realmente terribles. Rambo, con este juego, puede decir eso que se le atribuye y que realmente nunca dijo: “No me siento las piernas”. Ni el alma, ni la dignidad. Ni la vergüenza, amigo John. No puedes sentir nada. Nada positivo, al menos.
Un héroe de América que no merece este homenaje
Diversos oficiales y soldados se reúnen alrededor de la tumba de John Rambo, el cual según reza la lápida murió en 1988. Ahí, uno de los altos mandos del ejército de los Estados Unidos empieza a narrar las hazañas de Rambo. Ahí arranca el juego. El título nos invita a avanzar a través de las tres películas de Rambo (Acorralado se llamaba la primera en España haciendo gala de nuestro afán por traducir los nombres de los films como nos apetece) en tres capítulos que a su vez se dividen en diversas fases. Aunque de manera abrupta, lo cierto es que es la fidelidad con algunas de las secuencias lo que más interés destila este videojuego. La llegada de Rambo a Estados Unidos, sus problemas con el sheriff en el pueblo de Hope y su escapada, el retorno –en la segunda película- al Vietnam, sus motivos para vivir y la ira posterior así como la destrucción masiva de enemigos y elementos o la gran batalla de helicópteros final; y, como colofón, su última aventura en Afganistán con el coronel Trautman.
Hombre, si es fiel a la película ya es mucho teniendo en cuenta otras licencias, podrán decir algunos. Es un pequeño gancho, no hay duda, pero lo que nos encontramos una vez empezamos a controlar a Rambo es más traumático que los flashes que tiene él mismo protagonista cuando vuelve del Vietnam. Entendemos que los desarrolladores han querido intentar trasladar el sufrimiento de un soldado en uno de los grandes fracasos de USA al jugador. De ser así, la jugada les ha salido redonda. Rambo sufrió, y si queremos ser Rambo en el juego, tenemos que sufrir con él. Con sus gráficos, sus voces enlatadas, su control o sus picos de dificultad absurda.
¡Pero yo quiero jugar a ser Rambo! Mira, chaval, te compras una Megadrive y juegas a Rambo III, que no era nada del otro mundo pero al menos no sufrirás secuelas psíquicas a medio plazo. Como ya pasó con una recreativa Arcade de Taito años atrás (era un vicio), Teyon ha decidido usar un sistema de juego on-rails (tipo Time Crisis, para entendernos) para desarrollar este Rambo. El género en sí ni es bueno ni es malo per se, aunque seguramente el gran John podría abarcar una propuesta con miras mayores. El verdadero problema está en el control y desarrollo de las aventuras por Hope City, Vietnam yAfganistán. Ahí es donde fracasa –en parte, porque no hay nada que se salve- el título de Teyon, que es incapaz de ofrecer una experiencia satisfactoria ni para los amantes de las películas.
Durante las poco más de tres horas que dura la campaña principal hemos intentado verle el lado bueno de las cosas. ¡La banda sonora recoge algunas melodías de la trilogía! ¡Hay diálogos extraídos de la película y la voz de Rambo es la original!¡Vivimos en primera persona momentazos como la muerte de un ser querido de John! ¡El juego tiene gráficos de un juego malo de Playstation 2 pero Rambo se parece a Stallone! ¡Usamos armas como el cuchillo o el arco tan molón de la segunda parte! Nada. Ni así, pensando que la vida es un lugar para ser feliz y disfrutar de los pequeños detalles, los que marcan la diferencia a fin de cuentas, hemos conseguido borrar de nuestra mente las horas pasadas con el título. Una lástima, sobre todo para nosotros y nuestras familias.

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